Ser madre, es a mi punto de vista, uno de los sucesos más importantes y trascendentales que como mujeres podemos llegar a vivir. Es el momento en el que más cambios evidencia nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra forma de relacionarnos con el mundo, y sobre todo, con nuestra pareja. Ahora el reto del postparto es no divorciarse.
Por. María Andrea Calero
Lo que antes disfrutamos hacer, tal vez ahora ni pase por nuestra mente. Hay un antes y un después. Una vez que tenemos a nuestro bebé en brazos, nuestros pensamientos, sentimientos, intereses, gustos y la forma cómo invertimos nuestro tiempo cambia. Y eso se empieza a notar desde el embarazo cuando ciertos olores, alimentos e incluso comportamientos nos incomodan.
Y es que nuestro cuerpo, hormonalmente, vive una serie de cambios que no alcanzamos a dimensionar. Durante el postparto, vivimos un agotamiento extremo, dormimos cuando nuestro bebé nos lo permite y de una forma interrumpida, físicamente nuestro cuerpo se transforma y ya no nos sentimos atractivas. Es más, esa alegría extrema que sentimos cuando estábamos con nuestra barriguita, ahora puede haberse convertido en llanto, tristeza, e incluso, depresión. Si ocurre esto último y se extiende con los días y las semanas, es necesario pedir ayuda.
Son tantos los cambios que vivimos y tan poco lo que se habla a profundidad sobre ello, que nos sentimos solas, a pesar de que a nuestro lado tenemos a nuestro bebé, a nuestra pareja y en los mejores casos, una red de apoyo.
La relación de pareja ha pasado a un segundo plano, o mejor, a un cuarto o quinto plano. El libido, que es el que hace que sintamos deseo sexual, es como si hubiera desaparecido por completo. Y es que con qué ganas vamos a querer tener intimidad con nuestra pareja, si vivimos agotadas y ahora toda la atención se la roba nuestro bebé, quien nos necesita las 24 horas del día.
Muchas veces sentimos ese deseo constante de acabar con todo, de querernos divorciar porque, sin querer, nuestro mundo lo limitamos a nosotras y a nuestro bebé.
Porque somos nosotras las que podemos lactar, somos nosotras las que nos trasnochamos, somos nosotras las que nos quedamos en casa, somos nosotras las que en muchas ocasiones renunciamos a un trabajo remunerado, somos nosotras las que ya no dormimos bien, es nuestro cuerpo el que ha cambiado y sentimos toda clase de dolores. Y todo esto no lo entienden los hombres porque no lo viven en carne propia, porque lo callamos, porque no lo sabemos expresar y porque hombres y mujeres somos dos universos completamente distintos.
Durante el postparto, el primer año y hasta los tres años de vida del primer hijo, son muchas las parejas que deciden divorciarse porque la labor de padres de familia los ha absorbido y la relación de pareja no la han nutrido.
Los encuentros sexuales desaparecen, así como las salidas a comer, al cine y las conversaciones que antes solían tener. Y sin darse cuenta, un día pierden el amor, la admiración, el respeto, los sueños y los intereses en común.
Aquí te digo, es normal que esto pase por tu mente, pero por favor, no tomes decisiones a la ligera. Tu mente te puede engañar. Reflexiona, habla con tu pareja, dile lo que sientes, lo que piensas, escúchalo a él también. Una relación es de dos pero hay momentos en que es necesario pedir ayuda. Si es así, búsquenla. Vayan a un psicólogo, asistan a un terapia de pareja, hagan un viaje los dos, vuelvan a descubrir eso que los hizo querer tener una vida juntos. Y después de todo esto, ya pueden tomar una decisión que seguramente no será divorciarse.
Bonus: Una actividad que pueden realizar en pareja y más si son papás primerizos, es ver alguna peli donde vean distintos casos que los haga sentirse identificados o sino, aprender mucho sobre el tema en pareja, para ello te recomiendo este ¡Top 5. Series y películas en Netflix para mamás primerizas!